viernes, 18 de noviembre de 2016

El adios

          

          Que difícil palabra con lo fácil que es decir hola.

          El tiempo de los "hola" es a veces efímero. Puede ser recto o tortuoso, tener momentos de risas y otros de llanto contenido, vivirlo cerca o lejos, con compatibilidades y desacuerdos, … no tiene un perfil definido, pero es hola...es esperanza de mas tiempo, de continuidad, mira al horizonte.

          Cada día un nuevo hola abre las ventanas al sol, a la luz, al sonido, a la ilusión, al proyecto común. A compartir pensamientos y realidades, a sentir que la vida tiene un sentido, independiente de la edad, del lugar, del tiempo.

          Una llamada, un whatsapp, un mensaje, esa palabra amiga que en momentos tanto necesitas llega de la mano de un hola. Es a veces el empujón que te falta para reaccionar, para saber donde te encuentras.

          Y la mayoría de veces no la valoras, es ya familiar, es sencilla de escuchar... sabes que tiempo arriba tiempo abajo la vas a volver a oír, formando parte de lo cotidiano.

          Pero no es eterna. O no siempre es eterna y dejar de escucharla quiebra tu respiración. Tras su última pronunciación su lugar lo ocupa otra de contenido tremendamente ácido, que suena tan solo una vez pero que pesa como una losa.: “¡adios!” ...crudo y a veces sin voz. Pero determinante. Significa la muerte del “¡hola!”, el transito a la nueva soledad.

          Se pronuncia hasta en el silencio, sin sonido, con una huida a veces cobarde pero fruto de una lucha interna no valorada por los demás, siempre criticada, mal justificada para evitar aceptar ser causa de ella. Mas dolorosa cuando significa el final de un proyecto, de una ilusión, de una búsqueda vital, de un paso decisivo.

          Y dar ese paso o lo haces de súbito, en evitación de algo que mas tarde con seguridad vas a tener que planteártelo de nuevo sin solución y en ese periodo intermedio pende como de un fino hilo de seda, o lo pospones haciendo vivir a ese entorno un ambiente de hostilidad contenida.

          Diez días pueden triturar hasta dos años de convivencia desde el primer hola hasta el último adiós. Barre los momentos increíblemente inolvidables, coincidencias, percepciones, latidos y los relega al simple recuerdo, por valioso que este sea.

          Su eco nunca lo borra un nuevo hola. Es interpersonal, y su volumen ocupa un espacio tal en el pecho que hace difícil en momentos respirar. Tienes que pronunciarlo o realizarlo sin girar la vista atrás aunque una fuerza desconocida tire de ti como un imán del hierro. Desoyendo tu miedo a avanzar, tus sentimientos contradictorios.

          Una vez vencida esa resistencia, debes aceptar que esa sensación de vacío nunca te abandonará. Será un martillo, en tu mente, constante y envenenado.

          No obstante, la vida continúa con sus días de sol y de sombras.


          "¿Feliz Navidad?"... ¡que ironía!.

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