lunes, 31 de julio de 2017

Requena: historia, ruinas, viñedos y girasoles




          Hoy dirigí mis neumáticos a una comarca rica en peculiaridades: Requena; con una planificación cómoda pero rica en contenidos.

          Llegada a la población que da nombre a la comarca sobre la una de la tarde, con tiempo mas que holgado para dándome un paseo por su Alameda entrar a comer al Mesón del Vino, un lugar entrañable.  En una pequeña estantería periférica encuentras una importante colección de botellas de buenos vinos, cuya edad se puede mas o menos deducir por el tostado de sus etiquetas. A pesar de la sobre exposición producida por una luminosa claraboya que facilita un complemento de luz natural, se puede apreciar lo abigarrado de la decoración del local, que no obstante y al sentarte en cualquiera de sus mesas, te hace sentir arropado. 

          No parece disponer de muchas mesas pues a la vista solo tienes acceso a un doble salón. No obstante dispone también de otros mas intimistas para grupos o pequeños acontecimientos.

          Buena comida y mejores caldos. Si digo que tomé una deliciosa sopa de cebolla de primero en pleno verano se me tomará por loco, pero fue un verdadero acierto. Requena tiene fama, entre otras cosas, de elaborar un embutido de alta calidad y lo comprobé a través de mi segundo plato de matanza a la leña, impresionante, acompañado de unas patatas a lo pobre, pimientos de Padrón y pimientos asados de fábula. ¡Vamos, algo fresquito para este tórrido verano!.

          Precio... bueno, en consonancia. 



          Así "pertrechado" interiormente emprendo el camino hacia la primera fase de mi objetivo. Visitar, con fines fotográficos,  una pequeña aldea abandonada y prácticamente derruida, llamada Los Sardineros, delicioso Edén para sus espíritus errantes. Reconozco que en el último tiempo siento una atracción especial por éstos vestigios de vidas pasadas donde parece permanecer una parte importante del latir de sus antiguos habitantes y se respira su esencia, que se refugia entre sus muros derrumbados, las vigas de madera rústica tumbadas, la mayoría carcomida y los restos de puertas y ventanas, tantas veces abiertas y cerradas hasta hace relativo poco tiempo, cuya textura guarda las huellas invisibles del día día, de varias generaciones. Unos plantaron allí sus restos y otros lo abandonaron en busca de tal vez su supervivencia económica. Os dejo parte de ésta esencia en forma de fotografías.















          Su entorno es muy rico en forestación: pinos, frutales, arbustos, y en el recorrido por sus cuidadas carreteras asfaltadas te encuentras con paisajes profundos a la par que cultivo de viñedos hasta en los espacios mas inesperados. La carretera muere con la aldea. Es su Estación Termini. Del asfalto pasa a la tierra arcillosa que cubre lo que alcanza la vista. Sentí no haberlo plasmado con la cámara, porque ahora, en el recuerdo quedó como algo a echar en falta, armonizaba con el fin de vida de ambos: aldea y acceso.  

         Otras aldeas habitadas cercanas ofrecen unos rincones superpintorescos, con pequeños detalles que las dan ese punto rural tan relajante y peculiar.



















          De regreso a Requena a media tarde y tras una reconfortante cervecita casi helada sentado en una sombreada terraza inicié el recorrido por el Barrio de la Villa, un delicioso paseo sembrado de Iglesias, casonas con sus escudos nobiliarios, callejones, restos de su antigua muralla, La Fortaleza, diversos Museos y un sinfín de Restaurantes y pequeños hoteles con terrazas al aire libre, ornamentadas sus fachadas de forma que no desentonan de la linea general de su viejo entorno .

          La vista se sorprende continuamente por diversos detalles en sus fachadas, por el mimo en conservar el sabor de su historia. Las calles empedradas, la estrechez de sus callejuelas que contrastan con unas amplísimas plazas rectangulares, los detalles floridos en ventanas y viejos balcones de hierro forjado, los elegantes campanarios de sus Iglesias y la profusión de esculturas en sus  monumentales Puertas, toda una magia envolvente que hace del paseo un imparable "clic" de la cámara fotográfica.  

          Dejé la visita a sus Iglesias y Museos para una próxima ocasión específica, sin olvidar la del enigmático subsuelo de cuevas sobre las que se asienta la Plaza de la Villa, excavadas en toba caliza y la arcilla que se utilizaron siglos atrás como silos para cereales y bodegas para la elaboración y conservación de vinos. Todo un dédalo sinuoso y oscuro, comunicando las diversas cámaras.

          Y aquí una minúscula muestra fotográfica de  todo ello:















domingo, 23 de julio de 2017

Ivam (hall): Concierto a cargo de los alumnos del C. de P. Plácido Domingo.



     







         Tras una visita a las interesantes exposiciones de "Caso de estudio" de Robert Frank, "La eclosión de la abstracción" y el "Aislamiento", de Anzo, el IVAM nos deparaba un postre para golosos de la buena música.

          Un piano ubicado en un rincón del Hall, nos preparaba para lo que fue un concierto exquisito ofrecido por la soprano Karen Gardeazabal, el barítono Pablo Aranday acompañados al piano por José Ramón Martín, pertenecientes al Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo.

          Brillantes sus voces, vestida de plumas la de ella, con un timbre muy envolvente y también versátil y potente él. Al finalizar fui a felicitarles y solicitarles permiso para la publicación de las imágenes que os presento a lo que aceptaron gustosos. De cerca, todavía la belleza de Karen es mas destacada.