jueves, 15 de junio de 2017

Rincón de Ademuz










          Naturaleza en estado puro. Un rincón nada escondido entre tres provincias: Valencia, Cuenca y Teruel, aunque territorialmente corresponda a la Administración valenciana. Una correlación de panorámicas encantadoras, pueblos peculiares, arboledas, monte bajo, ríos de bajo caudal pero serpenteantes y plateados,agricultura geométrica, y senderos que te llevan a espacios silenciosos cuyo uno sonido que te llega es el trino de los pájaros, el que ocasionan las hojas agitadas por la brisa, grillos, el deslizar de pequeños hilos de agua, transparente, saltando entre piedras, e inesperadamente el zumbido veloz de un moscardón. Soledad y belleza natural, una increíble sensación de relax.

          Todo te llama la atención, porque nada es igual a lo que le rodea. Ese deambular por viejos pueblos con callejuelas estrechas y de casas sin paralelismo, empinadas, de fachadas de piedra o encaladas, ventanas con macetas llenas de flores, balcones de madera combinada con hierro fundido, murcianas y geranios explotando de color (donde predominan el rojo y sus degradados), calzadas empedradas o simplemente de tierra y piedras, fachadas con desconchones, casas a medio derruir junto a otras recién restauradas. Fuentes manando un agua fresca y cantarina, pocos habitantes y la mayoría seniles, tres niños mal contados jugando con cualquier cosa, sin pretensión alguna. 

          Es el revés del materialismo. Mas tendente al primitivsmo dicho ésto con el mayor respeto. Cuidan lo que tienen, hasta los restos de viviendas de sus ancestros, que aquí se derriban

          Restos encantadores de viejas casonas abandonadas, hermosas en sus detalles, con techumbres caídas, toda una textura de piedras y madera, rancias, agusanadas, quebradas, que representaban las vigas y pilares, protejidas en su día por tejados de teja moruna o losas, que el paso del tiempo desplazó, permitiendo esa degradación paulatina, que propició el abandono, la falta de mantenimiento.

          Tocar aquellos muros, sus ventanas y puertas de madera agrietada y descolorida, rotas y degradadas te transmite una sensación extrañamente placentera. Como nostálgica, emocionante. Se diría que sigue todo aquello está impregnado de las almas de sus antiguos ocupantes. 

          300 kilómetros de libertad y belleza llenan sobradamente un día cualquiera que se transforma en un día especial.











































         

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