Desde éste mismo enclave y a lo largo de todas las playas hacia el sur (lo mismo sucede al norte a partir de la playa de Levante: Malvarrosa, Patacona, Alboraya, etc. etc.) se encuentran batidas por una mar embravecida que invaden playas, dunas y paseos marítimos, cambiando la fisonomía de la costa.
Es todo un espectáculo contemplar el oleaje tan tremendo envuelto en una bruma fantasmal, a la vez que atronador, que transmite emociones pocas veces vividas.
He pretendido captar de forma puntual parte de esa belleza incontrolable a través de una serie de fotografías que no son mas que una infima muestra de la realidad. Destrucción y caos que el ojo de la cámara transforma en arte.
Poco se puede uno imaginar toda esa fuerza brava acercándose al mar por una carretera muy tranquila y rural, con plantaciones de carteles (dudo que quede algo mas por prohibir o informar) y habiendo dejado atrás una Albufera relajante y silenciosa.
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