Tarde
tórrida ... noche fresca!. Espectacular ambiente de fiesta en los
Jardines del Cabañal. Huele a panoja al fuego (a antigua Feria de
Julio... ), todavía luce el atardecer y una muchedumbre lo ocupa
todo pululando o tumbada sobre el césped. Tenderetes de cerveza
Alhambra y diversidad de tapeo desde perritos calientes a paellas
variadas pasando por creps y kebabs que se consume en grupos,
sentados hasta en lugares inverosímiles. Iluminación
churrigueresca, gestos desenfadados, un murmullo increíble, color,
mucho color.
No es difícil localizar
los escenarios por estar en plena actuación … batería, contrabajo,
guitarra, saxo, trompeta … suena el Jazz, la improvisación, con o
sin voces, el ritmo. La brisa de la cercana
Malvarrosa suaviza el aire y lo hace deliciosamente respirable.
Todo no debe ser alimento para el alma. Siempre hay que dedicar un ligero culto (bueno, ... ligero, ligero... es un decir) al cuerpo que al fin y al cabo es el que debe ser bien cuidado ya que es el que sustenta al alma.
Entre la/os amiga/os teníamos pendiente de ejecutar el ofrecimiento de dos de ellos (Concha y Emilio) de pasar un un día juntos en su chalet de Gilet, dentro de un mas que atractivo paraje de montaña cerca de Valencia.
Dentro del proyecto se contemplaba la doble actividad de senderismo y la gastronómica, que consistía en almorzar (comer en Valencia) en su casa los alimentos que cada uno había cocinado previamente, lo que daba la posibilidad de intercambiar sabores, colores y aromas dentro de una gama atractiva de lo primero.
Siempre quedaba la opción robertiniana de suplir el caminar por el almorzar (entiendase a la valenciana) y reunirse después para disfrutar el almuerzo (español) en común. Cuatro gotas bastaron para que el grupo tomase la decisión ésta última. Un "merendero" con una amplia gama de tapas tuvieron la culpa de casi hora y media de ágape. Soberbio ágape, por cierto.
Lo más importante es el ambiente de tertulia que durante ese tiempo se mantiene en el grupo, con conversaciones a grupos que se van flexionando como un muelle de acero templado.
De allí subida al chalet con los manjares previamente aportados para su conservación. Las sufridas mujeres organizaron magníficamente las mesas (tres largas mesas para abarcar tanto gourmet). Perfectamente presentados los platos y con un espacio buffet donde se concentraron los aromáticos manjares.
Los hombres, dirigiendo la ingesta de bebida a la par que solícitos para ayudar a las atareadas damas, con su cervecita o rico vino en el vaso y éste en la mano, colaborando de forma importantísima en la creación del ambiente adecuado.
A toque de campanilla, fuimos ocupando nuestros espacios y la degustación comenzó. Como prolegómeno, ya hasta me pasé. Con el fin de evitar palabras innecesarias paso a mostrar las aportaciones, todas ellas para "chuparse los dedos".
El resultado fue otro extraordinario día en este caso culinario, distendido y genial en cuanto a los sabores aportados, dignos de MasterCheff.